TIPS

El tacto, el gusto y el olfato han sido remplazados por el afán de tener que almorzar en 1 hora en un restaurante de comida rápida. Por ello, adiestrar nuevamente nuestros sentidos y reagudizar la percepción, son aspectos fundamentales para no perder el vínculo con el legítimo arte de alimentarse.

El placer debe estar vinculado a lo que comemos, mientras disfrutamos de la diversidad de recetas y sabores. Es un derecho y una responsabilidad que se une al al estudio de la cultura eno-gastronómica en el mundo. Esa es la misión de la Asociación Internacional Slow Food, fundada en Italia por el periodista Carlo Petrini en 1986, como rechazo al primer Mc Donalds abierto en la plaza España en pleno corazón de Roma. “La filosofía del movimiento defiende el placer gastronómico y la búsqueda de ritmos vitales más lentos y meditados”, afirma Elisa Virgillito, jefe de prensa de Slow Food.

Actualmente cuenta con 83.000 inscritos, con sedes en Italia, Alemania, Suiza, Estados Unidos, Francia y Japón. La red se subdivide en sedes locales llamadas Convivium, coordinadas por un líder que organiza cursos, degustaciones y promueve a nivel local las campañas lanzadas por esta asociación si ánimo de lucro. Algunos de los eventos abiertos al público son el Salón del gusto, Slow fish y Slow Cheese entre otros. Además, organiza el encuentro de las comunidades del alimento de Fundación Terra Madre, patrocina la Universidad de Ciencias gastronómicas y honra con el Premio Slow Food por la defensa de la biodiversidad, a campesinos, artesanos, pastores y pescadores que han desarrollado una labor encomiable por la salvaguardia de la biodiversidad.

Los cinco principios de Slow Food

• Educar el gusto como mejor defensa contra la mediocridad y “macdonaldización” de nuestras comidas.
• Rescatar la cocina local y las producciones tradicionales.
• Salvaguardar las especies vegetales y animales en peligro de extinción.
• Promover la biodiversidad agroalimentaria del mundo.
• Fomentar el modelo de agricultura orgánica local.